Me desperté sobresaltado por
la radio despertador que suena siempre por encima de los 65 dB, única forma de
arrancarme del pesado sueño característico en mi. Luego de reaccionar ante lo
aturdido del despertar, mis ojos se fueron acomodando a la claridad, pues en
estos días de verano a las seis de la mañana el sol radiante ya hizo su
aparición por el horizonte.
Bajé el volumen de la radio,
ya que su función la había cumplido, estaba despierto y dispuesto a comenzar un
nuevo día.
Este día amaneció
particularmente fresco, ya que se hacía evidente una suave condensación en los
vidrios de la ventana. Efecto típico que se observa en las superficies donde
hay una diferencia apreciable de temperatura entre ambos lados lo que lleva al
aire sobre la cara más caliente al punto de rocío y así condensar la humedad
que contiene.
La radio al despertar está
siempre clavada en el mismo dial desde hace varios años. Un programa
periodístico que comenta los titulares de los principales diarios, tanto
oficialistas, como opositores, lo que me permite empezar el día medianamente
informado, con las distintas noticias y puntos de vista.
Por la orientación hacia el este
de la ventana, la luz solar entra bien de lleno invadiendo casi todos los
rincones del mono ambiente que me hace de hogar y le da una luminosidad
impecable. Como así también lo puede volver un tanto sofocante si el día viene
acompañado de altas temperaturas.
El baño matinal le brinda un
refresco adicional a mi cuerpo y termina de despabilarme.
Asiento con la cabeza y sigo
el ritmo de una conocida canción que acertaron pasar por la radio, mientras me
voy preparando el desayuno. Dicen que el desayuno debería ser la comida más
importante del día. Siempre recuerdo un enunciado que dice: “desayuna como un
rey, come como un príncipe y cena como un mendigo”. Generalmente hago como
todos los mortales, que es exactamente al revés. Y esta vez no fue la
excepción. Un simple vaso de leche con cacao en polvo y un poco de azúcar,
acompañados de dos tostadas con manteca y mermelada me bastan para iniciar el
día.
Preparo mis elementos de
trabajo, que no son más que unas carpetas, anotaciones, lapiceras, lápiz
mecánico, calculadora, una cinta métrica y papeles “borrador” de esos que ya
fueron utilizados de una de sus caras. Todo eso se acomoda de manera más o
menos ordenada dentro de una mochila que ya aparenta mas uso del que realmente
tiene.
Es entonces
cuando escucho una sirena que se aproxima, al pasar por la puerta de mi casa se
hace perceptible el Efecto Doppler, ese cambio de frecuencia que genera un
cambio del sonido a más grave cuando se acerca al receptor. El hecho es que la
sirena me hizo abrir la puerta para ver de que se trataba. Fue entonces cuando
descubrí que una densa nube gris cubría la vereda y la calle. Decidí salir a
investigar y otra sirena me sorprendió llegando tan rápido como la anterior. Y
un oficial de la policía bonaerense, que reconocí por su uniforme azul oscuro, apareció
de repente, se dirigió a mí solicitando ayuda.